OSCAR MEDINA
ENVIADO ESPECIAL/EL UNIVERSAL
Cúcuta.- Agradecimiento no hay. Los representantes de los gremios comerciales de San José de Cúcuta no parecen simpatizar mucho con el presidente vecino. Pero sí reconocen que unas cuantas medidas del gobierno venezolano han terminado por impulsar los negocios a este lado de la frontera a tal punto de que en la ciudad se habla de una nueva bonanza con el sonido de las cajas registradoras como música de fondo.
Cumplido un mes de la operación Patria Soberana, el balance para el comercio en Cúcuta -y en general para toda la zona limítrofe colombiana- es como para celebrar: sondeos de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco, señalan que entre enero y la primera semana de febrero las ventas de los supermercados y las grandes cadenas aumentaron en promedio 40%. La percepción es clara: una muestra de 15 importantes establecimientos expendedores de productos de consumo masivo -incluyendo a los enormes Carrefour y Exito- señaló (100%) que sus negocios se han visto favorecidos desde la entrada en vigencia de las restricciones venezolanas a la libre circulación de alimentos, en algunos casos incluso hasta por más de 50%.
Si bien Cúcuta -y así lo asumen aquí sin complejos- ha sido tradicionalmente una especie de mercado a cielo abierto para los venezolanos, por estos días aflora el recuerdo de aquellos tiempos de la llamada Venezuela saudita en la que entusiasmados viajeros aprovechaban un cambio que les favorecía a razón de 14 o 16 pesos por bolívar. Ahora, claro, la situación tiene otros matices. El visitante que paga en efectivo llega movido más por la necesidad que por la oportunidad: ese es el que cruza, por ejemplo, desde San Antonio del Táchira para hacer su mercado en los surtidos anaqueles cucuteños a pesar de que el cambio (0,42 pesos por bolívar) le perjudica. Pero lo importante es conseguir lo que ya no encuentra en su país.
Para quien paga con tarjeta de crédito las cuentas son otras: el cambio directo en dólares (alrededor de 1.923 pesos por dólar) es un atractivo estimulante para el consumo. "20% de las ventas de los grandes almacenes corresponden a transacciones con tarjetas Cadivi", señala Gladys Navarro, directora ejecutiva de Fenalco. Y lo que más se lleva el visitante habla de su idiosincracia: leche y licores.
En esas cadenas como Éxito y Carrefour, las cajas totalizan los montos en pesos, en bolívares de los de antes y en bolívares fuertes; así que no hay lugar a enredos de cálculo. Y en la ahora acicalada zona comercial, a lo largo de la calle 10 y en sus alrededores, además de una increíble sucesión de casas de cambio que aceptan moneda venezolana (hay 500 registradas en una ciudad de 600 mil habitantes), abundan letreros en las tiendas que invitan a pagar con la "tarjeta Cadvi", que así es como las llaman por acá. Y, no podía ser de otro modo, son más que frecuentes los encuentros con personas que ofrecen "raspar" la tarjeta para recibir dólares en efectivo a cambio de 22% de la operación. Tienen la habilidad de reconocer al venezolano a la distancia. Y no fallan.
Entren que caben 100La condición de frontera y la prudencia a la hora de hablar de números no permite hacer precisiones sobre lo que representa el comercio en esta ciudad del Norte de Santander. "Creemos que mueve el equivalente al comercio formal de exportación entre ambos países", asoma Pedro Sayago, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cúcuta, que agrupa a 21 mil empresas: "Pero pueden ser unos 2 mil millones de dólares anuales en todo el movimiento fronterizo y estamos hablando de comercio personal, el que permite la libre movilización de gente que va y viene comprando para su consumo".
Luis Carlos Gaitán Gómez, presidente de Fenalco (con 420 afiliados) estima, por el contrario, que anualmente se venden 500 millones de dólares en productos a los venezolanos: "El comercio colombo-venezolano es de unos 5 mil millones de dólares y las exportaciones colombianas son de 2.800 millones. Nosotros aquí le aportamos otros 500 millones que no se cuentan formalmente como exportaciones, aunque se trata de operaciones perfectamente legales. Eso quiere decir que tenemos un peso bien importante".
Esa fuerte actividad comercial generó que las marcas colombianas se afianzaran al otro lado. Pero en cierto momento, las decisiones del gobierno revolucionario -control de precios, de divisa, alimentos subsidiados de Mercal- confluyeron para hacer que el cucuteño cruzara a buscar, especialmente, esos productos de Mercal (que también terminaron en manos de contrabandistas), aprovechando además el mayor poder adquisitivo del peso. Los comerciantes no se quedaron llorando esa "fuga" de compradores sino que diseñaron estrategias para fortalecer su consumo interno y prepararse para algo que ya anticipaban: la futura escasez en Venezuela. "Veníamos observando ese problema desde hacía más de año y medio", explica Gaitán Gómez.
"Aquí tenemos tres pasteurizadoras, tres frigoríficos y la mayoría del pollo y los huevos importados que se consumen en Venezuela, son de acá", señala Sayago. Así que había con qué. Por otra parte, los grandes capitales colombianos entendieron que era una buena oportunidad invertir en Cúcuta y la ciudad ganó con la construcción de dos modernos centros comerciales (Ventura y Unicentro) y el afianzamiento de grandes cadenas. Los inversionistas venezolanos también empiezan a mirar a Cúcuta con otros ojos: desde finales de 2007 se han registrado 64 compañías con capital venezolano y el sector inmobiliario se perfila como un valor refugio -incluso político- para la gente de Táchira.
Cuando el gobierno de Chávez dio la orden de activar el plan Patria Soberana, ya en Cúcuta estaban preparados. "Aquí hay oferta para todos los productos", celebra la alcaldesa María Eugenia Riascos: "Se puede calcular que vienen unos 5 mil venezolanos cada fin de semana. Y si no le compran a Chávez, pues que vengan acá a comprar".
Tan confiados están en la capacidad de los productores de la región -y tanto apuestan a los lazos personales- que, según Sayago, están evaluando la posibilidad de distribuir directamente en Táchira y en coordinación con Fedecámaras y Consecomercio, artículos ajustados a los precios controlados impuestos por la revolución.
fuente: EL UNIVERSAL