Para el comunicador Luis Carlos Díaz, los
legisladores no comprenden la estructura de Internet. El coordinador
del área de Comunicación y Redes del Centro Gumilla advierte que los
venezolanos consumen aparatos tecnológicos como símbolo de estatus,
pero que estas herramientas pueden permitir el desarrollo de ciudadanos
más críticos en un país donde la prensa tradicional está
desapareciendo
Las discusiones generadas desde la aprobación de la Ley
Orgánica de Cultura en la Asamblea Nacional evidenciaron el conocimiento
restringido de legisladores y gestores culturales acerca del potencial
de las tecnologías para el desarrollo de los ciudadanos. Luis Carlos
Díaz, coordinador del área de Comunicación y Redes del Centro Gumilla y
miembro de los consejos de redacción de las revistas SIC y Comunicación,
señala que -vista la experiencia de los últimos 15 años en regulaciones
sobre el mundo digital- es mejor que la clase política actual (tanto
del Gobierno como de la oposición) se abstenga de legislar al respecto y
que ya habrá individuos preparados que entiendan bien de qué se trata
la plataforma de Internet.
Cita como ejemplo el Proyecto de Ley de
Delitos Mediáticos (2009) que, de aprobarse, permitiría censurar "casi
cualquier cosa". Añade que en la Reforma de la Ley Resorte (2010) llegó a
discutirse en el Parlamento cuál era el lenguaje que debía usarse en
Internet o si se establecerían bandas horarias para su utilización,
ideas que demuestran que los legisladores no comprenden la estructura de
Internet, porque estas ideas suponen que la asumen como "un televisor
con teclado". Recuerda que hasta ahora no hay en el país obras
censuradas -aunque a muchas les han puesto innumerables trabas- o
artistas en la cárcel, pero sí hay cuatro personas que han estado presas
por reproducir contenidos en Internet.
Entre los asuntos
pendientes de la gestión cultural pública con el entramado digital está
la redacción de leyes que entiendan la cultura libre y que, más allá de
ser punitivas, incentiven el uso de Internet. Esto comienza con la
reforma de algunas que ya existen, como la de delitos tecnológicos, la
de cultura y la de responsabilidad social en radio y televisión, que no
comprenden las especificidades de esta plataforma. Queda pendiente
también un instrumento legal sobre los fondos, archivos y bibliotecas,
que permita digitalizar libros, materiales audiovisuales y documentos
para ponerlos a disposición de los ciudadanos, no sólo en pdf sino en
otros formatos que faciliten la lectura de cualquier persona en
cualquier aplicación.
-¿Hay experiencias de gestiones públicas en tecnología que sean exitosas?
-Colombia
tiene un Ministerio de Tecnologías de la Información y, además, dentro
de su despacho de Cultura hay programas para la comprensión de la
cultura digital. En Brasil se investiga para insertar en lógicas de
consumo cultural aspectos tecnológicos. Ambos países son vecinos de
Venezuela. Aquí estamos rezagados en el desarrollo informático y nos
dejamos engañar por la lógica consumista según la cual somos
tecnológicos porque compramos celulares de última generación. Pero la
tecnología también se asocia a la productividad de un país y en eso
estamos rezagados, pues no tenemos buenas redes nacionales ni espacios
de creación. Aquí no se tomaron decisiones correctas ni se usa Internet
para el apoyo a la cultura. De acuerdo con cifras de Conatel, en
Venezuela 46% de las personas tiene conexión a Internet, eso nos pone
por debajo del promedio en América Latina. Pero, además, el precio de
los celulares es más caro aquí. La compra de un celular afecta más a una
familia venezolana que a otra en la región y más bien se convierte en
objeto de lujo y exhibición pública.
-¿Es Internet, como sus entusiastas aseguran, una herramienta para la educación?
-Cualquier práctica que implique consumo de contenido es una manera de aprendizaje.
-En el foro acerca de la Ley de Cultura celebrado en El Nacional dijo que, debido a las restricciones del documento, Internet se convertiría en el territorio del desarrollo cultural del país.
-En
Internet recibiremos a la gente por la crisis de las plataformas y esto
va más allá de la coyuntura venezolana. Vivimos una crisis de medios,
no de productores de contenido ni del periodismo. Ni en Venezuela ni en
el mundo la industria de los medios es tan rentable como antes, porque
las audiencias están dispersas y deciden qué, cómo, cuándo y dónde
consumen, en un entorno donde casi todo es gratuito.
-¿Y qué va a pasar con el periodismo?
-Algunos
hablan de un "periodismo caviar" y de que la gente va a pagar por
contenido de mucha calidad. Se refieren a la configuración de públicos
elitescos. Newsweek se pasó al formato web porque, si bien ahora tiene
-digamos- 1 millón de lectores en comparación a los 12 de antes y tiene
menos influencia, puede autosustentarse con lo que le paga la publicidad
enfocada a ese millón de personas y publicar contenido de altísima
calidad. Eso es lo que se llama "periodismo caviar". Pero no todos son
Newsweek y un montón de medios desaparecerán, no por la crisis de papel o
el resquebrajamiento económico y político del país, sino porque es la
tendencia mundial.
-En Venezuela, ¿las redes sociales están tomando el puesto de los medios de comunicación?
-Un
estudio del Centro Gumilla de consumo cultural, coordinado por
Marcelino Bisbal, dice que nuestro país es el único en la región en el
que los ciudadanos consumen redes sociales primero para estar informados
y luego para entretenerse, cuando se estila lo contrario. Eso se debe a
nuestro momento político. Desde 2002, la gente piensa que hay menos
acceso a medios de comunicación y a cultura e Internet ofrece abundancia
de contenido de cualquiera sea el interés del usuario. Además, como
Internet es una plataforma, no es mesurable en los mismos términos que
los medios tradicionales, que deciden qué te van a ofrecer.
-¿Qué oportunidades ofrece esto?
-Una
ventaja es que la gente pasa ahora más tiempo en estos espacios e
Internet permite medir qué están haciendo allí. En el formato del
periódico ya publicar es una victoria. Aun si no sabes cuántos ni
quiénes te leen, estar impreso era una manera de legitimarte. En
Internet no: publicar lo hace cualquiera, lo importante es qué dicen y
cuántas personas conversan sobre eso en línea. Allí hay una nueva
batalla.
-En Venezuela están enfrentados los dos formatos.
-Debemos
aprender a reconocer la autonomía del poder ciudadano y esto le cuesta a
todos: desde los productores de contenido tradicionales hasta los
consumidores. Las agencias hacen lo que les da la gana, además, lo hacen
en espacios donde no hay reglas y esto no cambiará.
Cambios generacionales
Luis
Carlos Díaz afirma que la crisis política intervino los rituales de
consumo de información. Antes -dice- una mujer de 60 años se levantaba y
veía el programa de Chúo Torrealba por Globovisión, porque es una
generación acostumbrada a los medios tradicionales; mientras que la
práctica de quienes tienen 30 o 40 años es revisar el celular antes de
salir de la cama y leer la prensa, si lo hacen, por Internet. "Pero es
que la generación de mis padres tiene un problema adicional: les
quitaron a Chúo de la mañana, las telenovelas no son lo que eran ni los
noticieros están a la misma hora". Además, agrega, no ve a nadie
produciendo contenido para esa audiencia.