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15 septiembre 2013

Comuna o nada

Elías Pino Iturrieta

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15 de septiembre 2013 - 00:01

El censo de comunas ha deparado un hallazgo, que no sólo sorprende a los ciudadanos comunes sino especialmente a quienes las inventaron. Los padres de la criatura consideraban que el árbol apenas comenzaba a florecer después de la proclamación de su siembra por el Comandante Supremo, pero se quedan perplejos ante la proliferación de sus ramas. Terrible novedad, que no depende sólo de la sorpresa que ha significado para los promotores sino también de lo que representa como camino para la destrucción de los usos republicanos.

La comunal abundancia es de un solo color, debido a que la “revolución” se ha negado a legitimar a las que han nacido en territorio apache, es decir, en zonas en las cuales se han organizado los habitantes sin la bendición del PSUV. Esas comunas son bastardas y no merecen la aprobación de quienes se han vendido como promotores del protagonismo popular. Se les niega el pan y la sal porque no calzan en el libreto redactado a su manera por el sembrador de la semilla. Ni siquiera tienen la posibilidad de pasar por un filtro parecido al que inventó López Contreras para impedir la formación de los partidos políticos.

Si querían formar una tolda distinta a las Cívicas Bolivarianas, el Ronquito hacía que los interesados respondieran un interrogatorio en el cual debían dar cuenta de su opinión sobre la propiedad privada y sobre la lucha de clases, por ejemplo. Si las respuestas resultaban incómodas o parecían sospechosas de subversión, se quedaba en intenciones la posibilidad de organizarse para hacer vida política. En consecuencia, no existieron entonces partidos ni organizaciones parecidas.

Ahora las comunas que no sean rojas rojitas simplemente no existen, pues hasta se les niega la posibilidad de pasar por una inquisición como las del pos gomecismo. Estamos ante una discriminación que clama al cielo, pero no parece ser este el problema de mayor relevancia ante el parto múltiple de la abuela que no estaba en el programa de quienes consideraban que la anciana ya no estaba en edad de procrear.

La perplejidad del régimen ante tanta comuna realenga remite a la existencia de una proliferación de instancias de administración del bien común que se ha establecido sin concierto. Nacieron de intereses particulares, cuyos portavoces no necesitaron de explicarse ante la autoridad para hacerse cargo de un pedacito de país. Quizá formaran actas constitutivas que apenas conocen unos secretos fabricantes que no dan la cara.

Pueden manejar recursos públicos que administran a su parecer, sin rendir cuentas. Cada asociación se maneja a su manera, sin parentesco con la mínima coherencia que se debe exigir para la atención de las comunidades que han creído en la posibilidad de recibir auxilio gracias a la cercanía de unos ángeles enviados desde las alturas. Cualquier intención, oscura o transparente, encuentra lugar en su interior. Pese a lo anacrónica y odiosa que parezca, una interpelación tipo López Contreras no vendría mal ahora para evitar desmanes, derroches, vagabunderías y disparates.

Pero, después de la sorpresa, la “revolución” se ha congratulado por la expansión de la prole. ¿Por qué? Debido a que se puede incluir en el catálogo de los cambios anunciados por el Supremo para bien de la humanidad, pero especialmente porque el descoyuntamiento no le viene mal si corre el riesgo de perder las elecciones municipales. Las comunas no son sino una conjura contra la representatividad de cuño local que ha sido fundamento de la república. Por eso se convierten poco a poco en hecho cumplido, sin considerar el peso de la realidad ni las normas constitucionales.

En el fondo buscan la instauración de un gobierno paralelo –o de varios, por desdicha–, tras cuyo parapeto se ocultan intenciones inconfesables. Hoy, cuando la representatividad de orientación municipal se le escapa de las manos, cuando una tendencia mayoritaria de la sociedad busca auxilio en los hábitos tradicionales de gobierno local, una “revolución” cuya debilidad acude a nuevos disfraces se aferra al salvavidas de la disgregación. “Comuna o nada”, ha dicho Maduro. Si lo permitimos, pronto llegaremos a la nada.