Trump
ha ganado la presidencia de Estados Unidos para sorpresa y enorme
desagrado del establishment político norteamericano. Ha triunfado yendo
en contra de las normas establecidas en el sistema político de ese país.
Ha ganado a pesar de la opinión de la mayoría de los grandes diarios de
Estados Unidos, incluyendo el New York Times y el Washington Post, que
se opusieron a él. . Ha dejado en el ridículo a las encuestadoras más
prestigiosas y a los opinadores más reconocidos de ese país. Ha logrado
conquistar estados del norte y del sur de Estados Unidos que en la
elección anterior votaron mayoritariamente por Obama, el presidente
negro. Incluso, obtuvo la presidencia en oposición a la mayoría de los
líderes republicanos que habían rechazado su estilo insultante y
descalificador. Y todo eso comenzó cuando, contra todo pronóstico,
derrotó a 16 precandidatos republicanos en las primarias de ese partido.
Ha sido una sorpresa también para los gobiernos de los países
latinoamericanos, pero especialmente para Mexico y Centroamérica, de
donde procede la mayoría de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos.
Ha triunfado Trump, el populista, el antisistema, el hombre que decía
mentiras todos los días, que insultó y vejó a latinos, negros, a muchas
mujeres, a musulmanes. El hombre que nunca tuvo una maquinaria
electoral como Clinton y que generalmente aparecía rodeado de su familia
y seguidores cercanos, porque los líderes del partido republicano no
querían retratarse con él. El multimillonario que prometió construir un
muro entre su país y Mexico y que ha jurado mano dura contra los
inmigrantes ilegales. El personaje de shows mediáticos que se opone a
los tratados de libre comercio, y es enemigo de la globalización por sus
efectos sobre el empleo en Estados Unidos. Apoyado por la derecha
alternativa, que es racista por propia definición, por los
"supremacistas" blancos y por lo que queda del KluKluxKlan. Cuya campaña
ha tenido un tinte antisemita, no muy pronunciado pero innegable. Y que
pertenece a esa derecha antisistema, xenófoba, antiinmigrantes,
nacionalista, opuesta a la Unión Europea, que ahora prospera en Europa:
Marine Le Pen, los motivadores del Brexit en Inglaterra, el partido
antirefugiados que trata de sacar a Merkel del poder, Victor Orban, el
presidente autoritario de Hungría, los mandatarios de Polonia.
Pero ese personaje antisistema, con todos esos calificativos
peyorativos, ha sido apoyado por la inmensa mayoría de los blancos de
Estados Unidos, los blancos de las zonas rurales, los de clase media con
poca formación universitaria, los blancos del norte, centro y sur de
los Estados Unidos, los que son trabajadores manuales. Unos blancos que
siguen siendo mayoría en el país del norte y que sienten que nunca más
han tenido el status económico que tuvieron en la década de los 60 y 70,
que se rebelan contra los inmigrantes, la globalización y el
establishment político de Washington porque piensan que son los
culpables de su situación económica y laboral. Este es un resultado
electoral que va contra los latinos, los negros y los asiáticos que
siempre han votado mayoritariamente por el partido demócrata.
Trump representa ese personaje adorado por los norteamericanos: el
héroe solitario que se enfrenta a los peligros, arma en mano, el que
hizo la famosa conquista del oeste, un personaje que desea que Estados
Unidos vuelva a ser la potencia absolutamente dominante que fue después
de la segunda guerra mundial, que aspira a que Estados Unidos vuelva a
ser el policía del mundo. Además es un empresario de éxito por lo que
suponen que va a ser también exitoso manejando el país como manejó sus
propios negocios.
Los amigos y la familia me dicen: cómo es posible que elijan como
presidente a ese hombre insultante, grosero, inculto. Quizás se podría
concluir que votaron por él porque son como él. Trump los representa.
Termino con una nota personal: yo estuve varios meses de este año en
la zona de Florida entre Orlando y Tampa. Cuando regresé a Venezuela me
vine con la impresión de que Trump iba a ganar; se notaba un sentimiento
agresivo contra el establishment .y contra los inmigrantes. Luego,
influenciado por la inmensa mayoría de las encuestas y por las opiniones
de los diarios más serios de Estados Unidos, comencé a pensar que
Hillary podía ganar, aunque nunca sentí en ella esa fortaleza de ánimo y
de cuerpo ni el carisma necesario para triunfar.
Muchos piensan que Trump será de presidente tal y como fue de
candidato, porque esa es su manera de ser, su constitución sicológica
inalterable. Yo pienso, a lo mejor con más esperanza que certeza, que
una vez elegido presidente moderará sus instintos políticos divisivos e
insultantes y ejercerá una presidencia menos temible de lo esperado. De
todas maneras hay que recordar que el poder del presidente de Estados
Unidos está muy limitado por las otras instituciones: el congreso, el
tribunal supremo de justicia, los gobernadores de los estados, los
jueces independientes, los poderes económicos y financieros y los
grandes medios de comunicación.
De todas maneras, una cosa es ser candidato y otra ser presidente.
Veremos cómo trata de llevar a cabo las promesas hechas en la campaña
electoral y cuales dificultades encuentra para lograrlo. Una de las
interrogantes que ya se está haciendo la gente común y los medios es
cómo va a manejar el conflicto de intereses entre las decisiones
económicas y políticas que tendrá que tomar como presidente y sus
cadenas de hoteles, campos de golf y las varias licencias y negocios que
posee.
Trump será el presidente de Estados Unidos a partir de enero de 2017 y
el congreso estará totalmente en mano de los republicanos. Tendrán vía
libre para aplicar sus políticas. Me imagino que los líderes
republicanos harán las paces con Trump porque les conviene. Pronto
veremos cómo será el futuro del famoso imperio.