La
no tan inesperada victoria de Trump es casi una tragedia para el mundo,
sí señor, para el mundo. El hecho de que un personaje adornado por las
características que exhibe y por sus no menos retrogradas concepciones
políticas vaya a ejercer la Presidencia de los Estados Unidos augura
tiempos peores a los existentes. Aun si no hubiese ganado, la fortaleza
alcanzada por su candidatura debería llamar a la reflexión.
La audiencia y pegada de su discurso tiene variadas explicaciones,
sin ser exhaustivos, glosaremos algunas: una crisis de representatividad
del sistema político estadounidense, la crisis económica comenzada en
el 2006 - a pesar de que EEUU la gestionó macroeconómicamente mejor que
otros países, los aciertos de su gestión no se derramaron
suficientemente- ciertos efectos negativos de la globalización, los
residuos importantes de xenofobia y racismo todavía existentes en buena
parte de la sociedad, el desgaste de la larga gestión demócrata y las
indudables deficiencias, cómo candidata, de madame Clinton.
El asunto es que en Estados Unidos es perfectamente posible que el
candidato favorecido por el voto ciudadano resulte a la postre
derrotado, de hecho en lo que va de siglo XXI este escenario se ha
concretado dos veces. Y eso fue decisivo al final, Hillary obtuvo más
votos que Trump, pero éste despachará desde la oficina oval a partir de
enero.
Una pequeña y pertinente digresión, el último candidato que llegó a
la Presidencia perdiendo en el voto popular antes que Trump fue el
tristemente célebre George W. Busch.
La elección en segundo grado, sistema caduco, más que reminiscencia,
rémora, del temprano federalismo correspondiente a los tiempos
iniciáticos de la Unión en los cuales había que dar garantías a las
excolonias pequeñas en su relación con las más pobladas y ricas; épocas
en las cuales sólo podían votar y participar en política los
propietarios, los poseedores de rentas, los hombres y los que supieran
leer y escribir. Nada de mujeres, negros, aborígenes, pobres o
analfabetas.
En la integración de los miembros del Colegio Electoral por Estado -
cuerpo colegiado al que corresponde elegir al Presidente - no hay
ninguna modalidad de representación proporcional (salvo en pocos
entidades federales) por tanto el ticket que gane así sea por un voto
obtiene todos los miembros del respectivo Colegio Electoral.
Vale la pena recordar que en todos los regímenes presidencialistas en
Estados federales se selecciona a quién va a ocupar la Presidencia en
primer grado. Así por ejemplo ocurre por estos lares en Brasil y
Argentina, países que hicieron en su momento reformas destinadas a
elegir al presidente de la República en primer grado. Incluso en la
Rusia de Putin opera el mismo formato.
No es mi intención restarle peso e influencia a los diversos factores
que explican lo ocurrido, sino relevar uno, al final devenido en
decisivo.
Caracas, 12 de noviembre de 2016