¿Quien dice que no los hay? Obviamente no son una mayoría aún en el movimiento sindical, y definitivamente no tienen mucho poder. Pero como todo cambio, es un proceso lento y complicado. Me gustaría compartir algunas ideas sobre esto.
El sindicalismo peruano que surge desde fines de los 60s, se apoya en el discurso "revolucionario" de los militares reformistas y en los nuevos grupos de izquierda que surgen por encima del debate entre los comunistas pro-Moscú (moscovitas) y pro-Pekín (maoístas o pekineses). Una nueva generación de sindicalistas aparece en aquella década. Este sindicalismo se ubica más a la izquierda, es reivindicativo y confrontacional; retomando el legado de Mariátegui, que el sindicalismo aprista de fines de la segunda posguerra, que deviene en francamente conciliador.
Para esta generación de dirigentes sindicales, hay una línea de continuidad entre el compromiso sindical y el compromiso político partidario. Es decir, ser parte del sindicato era el inicio de un camino que terminaba en la organización partidaria. Ambas cosas se alimentaban mutuamente. Lo sindical permitía un respaldo de masas, una legitimidad y un "peso social" según la cantidad de trabajadores que se podían convocar o mejor aún, movilizar. Lo partidario daba un contenido, un sentido a las acciones individuales y colectivas.
En otro momento me gustaría detenerme más en las relaciones clientelares que se desarrollan entre afiliados, dirigentes y políticos en aquella época. Ahora solo deseo subrayar esta relación de identidad entre lo social sindical y lo político partidario.
A fines de los 80s, en medio del primer desastre aprista, el sindicalismo se encontraba en uno de sus momentos más difíciles. La estrategia de "paros nacionales" que durante la dictadura militar había tenido relativo éxito, era mucho más complicada de llevar a cabo y de alcanzar un impacto efectivo en un escenario democrático y mucho más mediatizado.
Para todos resultaba evidente la necesidad de recambio generacional, pero la llegada de la dictadura fujimorista y la aplicación de la agenda neoliberal hicieron imposible que nuevos sindicalistas asumieran posiciones de recambio. La tendencia normal de toda estructura institucional hacia su propia conservación junto con la ausencia de militantes y cuadros jóvenes termino por completar una imagen de inmovilismo en el movimiento sindical.
En la actualidad, como vemos por diferentes fuentes, hay un crecimiento sindical. Y no es extraño que los primeros en aparecer sean precisamente los jóvenes. Tenemos pues, una nueva generación de jóvenes sindicalistas principalmente en la CGTP (también en la CUT donde gracias al apoyo de la ORIT-CIOSL han desarrollado un programa juvenil muy ambicioso, lamentablemente, por lo que sabemos, con escaso éxito).
En la CGTP desde su congreso estatutario, el tema de la juventud se ha tocado de manera repetida. Históricamente, los jóvenes en el sindicalismo han sido casi invisibles. Lo cual resulta increíble teniendo en consideración que nuestro fundador José Carlos Mariátegui tenía menos de 35 años cuando animó la formación de la CGTP. La mayoría de sindicatos o federaciones destinan a sus cuadros juveniles a las tradicionales "secretarias de deportes y recreación" o similares. Recién ahora, la CGTP cuenta con un Departamento de Juventud propiamente, encargado de impulsar una política juvenil en el sindicalismo.
¿Cuán diferentes son los jóvenes sindicalistas de hoy con los de la década del 70? En principio, vienen de estratos sociales diferentes. Los sindicalistas de los 70s eran migrantes en su mayoría, con referencias culturales mayormente andinas. Hijos de campesinos que buscaban un futuro mejor en la ciudad. El trabajo fabril o asalariado era el eje articulador de la identidad social. El acceso a un empleo permitía con amplios márgenes de certeza, imaginar futuros y hacer planes. Era en el mundo del trabajo donde se creaban amistades, lealtades, conflictos y solidaridades. La política ya sea en general como la partidaria, era vista como parte natural de un proceso vital. Si bien no todos aspiraban a la militancia partidaria esta podía comprenderse. Obviamente el tempo político ayudaba: el gobierno militar desplegaba un discurso revolucionario y de izquierdas.
La idea de "compromiso" con su carga religiosa y totalizante era una suerte de bisagra que articulaba lo individual a lo colectivo, lo personal a lo político, lo privado a lo público.
Los jóvenes sindicalistas del presente son parte de una segunda o tercera generación en Lima, definitivamente más urbanos, con un abanico de experiencias más complejas y en una sociedad que desconfía de la política en general. El acceso al trabajo no implica ahora un horizonte de vida. El largo plazo se limita a los tres meses del contrato eventual, cuando no es menos. La vida juvenil se articula fuera del empleo donde todo es precario. Amistades y solidaridades están pues, fuera del ámbito laboral. No hay idea "compromiso" como concepto articulador y eje de identidad.
Pero no todo es así. Superando numerosas dificultades, los jóvenes trabajadores se organizan, afilian y asumen una membresía sindical. Pero no la asumen de la misma manera que la generación del 70, los jóvenes sindicalistas, efectivamente más pragmáticos, desconfiados de la política y de lo partidario, reivindicarán la autonomía sindical con mayor énfasis. Es decir, entienden la organización gremial como un medio adecuado para alcanzar intereses y resolver necesidades. Son sindicalistas en el ámbito laboral, pero esto no implica mecánicamente una adhesión ideológica o partidaria, ni el traslado de lo sindical a otros ámbitos de vida. .
Estas diferencias probablemente subrayan el actual desencuentro generacional en el sindicalismo local. Los "viejos" esperan encontrar en los jóvenes las mismas motivaciones que ellos asumieron hace tres décadas. Vana espera. Ni las banderas rojas, ni la iconografía mariateguiana son asimiladas de igual manera (Queda pendiente una recuperación juvenil de Mariategui, tomado ahora como símbolo del statuo quo gremial).
Los jóvenes a su vez, esperan del sindicato respuestas claras, directas y prácticas acerca de sus problemas inmediatos: contratos de trabajo, remuneraciones, horarios atípicos, precariedad, etc. Y asumen que tales respuestas no requieren de mayores requisitos salvo la membresía sindical.
Es decir, el problema alude a la manera como cada generación asume el "deber ser" del sindicalismo. Para los "viejos" no puede haber una praxis sindical completa sin un compromiso político partidario. Los jóvenes vienen demostrando de manera lenta pero firme que ser sindicalista no requiere de otro carnet más que el del propio sindicato.
Teniendo en claro el tema de la "autonomía sindical" como un componente que traen los nuevos cuadros sindicales jóvenes, queda pendiente otro tema: la "identidad juvenil sindical". Es decir, ¿cómo vivir la juventud en el sindicalismo? ¿cómo ser joven y sindicalista?. Aquí tenemos problemas parecidos al de las mujeres sindicalistas. Como sabemos, en instituciones cerradas, los de la periferia deben adoptar los modos y usos de la élite para poder precisamente ingresar en las esferas de poder. Algunas mujeres sindicalistas deben renunciar a su feminidad y asumir perfiles masculinos en el mundo gremial.
En el caso de los jóvenes, la situación es parecida. Nuestra hipótesis es que no existe en la actualidad una identidad juvenil sindical. Los jóvenes separan su experiencia de juventud, de su acción sindical. En este sentido, una estrategia repetida es la del dirigente joven que trata de aprender rápidamente todos los códigos, costumbres y señales del mundo sindical. Incorporándose al mismo mediante la repetición de las conductas de los "viejos". Si bien esta línea de acción permite el acceso de cuadros jóvenes, impide la presencia de una "voz" juvenil en los temas sindicales.
Una tarea pendiente, es precisamente la de construir una manera de ser joven en el sindicato. En este proceso, complicado y tenso, son los propios jóvenes quienes tienen las respuestas.
Es decir, el problema alude a la manera como cada generación asume el "deber ser" del sindicalismo. Para los "viejos" no puede haber una praxis sindical completa sin un compromiso político partidario. Los jóvenes vienen demostrando de manera lenta pero firme que ser sindicalista no requiere de otro carnet más que el del propio sindicato.
Teniendo en claro el tema de la "autonomía sindical" como un componente que traen los nuevos cuadros sindicales jóvenes, queda pendiente otro tema: la "identidad juvenil sindical". Es decir, ¿cómo vivir la juventud en el sindicalismo? ¿cómo ser joven y sindicalista?. Aquí tenemos problemas parecidos al de las mujeres sindicalistas. Como sabemos, en instituciones cerradas, los de la periferia deben adoptar los modos y usos de la élite para poder precisamente ingresar en las esferas de poder. Algunas mujeres sindicalistas deben renunciar a su feminidad y asumir perfiles masculinos en el mundo gremial.
En el caso de los jóvenes, la situación es parecida. Nuestra hipótesis es que no existe en la actualidad una identidad juvenil sindical. Los jóvenes separan su experiencia de juventud, de su acción sindical. En este sentido, una estrategia repetida es la del dirigente joven que trata de aprender rápidamente todos los códigos, costumbres y señales del mundo sindical. Incorporándose al mismo mediante la repetición de las conductas de los "viejos". Si bien esta línea de acción permite el acceso de cuadros jóvenes, impide la presencia de una "voz" juvenil en los temas sindicales.
Una tarea pendiente, es precisamente la de construir una manera de ser joven en el sindicato. En este proceso, complicado y tenso, son los propios jóvenes quienes tienen las respuestas.