Robin Rodríguez
Todas las cosas tienen una forma, un contenido; en el caso del Gobierno de Hugo Chávez, es necesario analizar su esencia o contenido, ya que la forma representada en el lenguaje, los ofrecimientos y los conflictos que constantemente crea, son acciones que buscan la distracción de la población. Contando a su favor con sectores reaccionarios y otros desubicados que concentran su análisis político en los asuntos aparentes, sencillamente porque no tienen un proyecto alternativo al neoliberalismo, comenzando por las cúpulas del pasado y profundizado por este falso revolucionario.
Chávez es un líder carismático que, hasta ahora, ha logrado mover a la mayoría de sus seguidores hacia las contiendas que crea, pero es un mal gobernante que evita ser atacado en sus principales debilidades.
Los estudios de opinión realizados por Hinterlaces revelan que apenas el 9% de la población venezolana ve en el capitalismo, el modelo de sociedad ideal para satisfacer sus deseos y necesidades; de allí que Chávez ahora "es socialista" y propone un nuevo paradigma que bautizó con el nombre de socialismo del siglo XXI, el cual no tiene una teoría que la sustente, es un sancocho ideológico que va desde un liderazgo mesiánico, hasta definir a "los escuálidos" como el enemigo a enfrentar (en la actualidad son el 55% de la población que no comparte su manera de gobernar), mientras que los intereses y ganancias de las transnacionales y el sector financiero internacional son fortalecidos, los cuales representan el 72% del capital bancario en Venezuela.
Los trabajadores no son la base de este proceso, son "las fuerzas aluvionales", tal como lo establece Heinz Dietrich, uno de los tantos mercenarios políticos que existen en el planeta, en el cual se apoya Chávez para tratar de darle cierta teoría a un proceso que tiene el fascismo como rasgo fundamental. Utiliza el resentimiento social de los sectores más pobres, principalmente al lumpeproletariado (categoría que identifica a los sectores más pobres de la población que no forman parte de la clase obrera), para generar división entre los venezolanos, mientras que a la masa laboral le niega la firma en sus contrataciones colectivas, crea empleos rotativos y mal remunerados, implementa el paralelismo sindical para evitar mejoras socio-económicas y ahora implementará los consejos de trabajadores en las empresas, como mecanismos de control total de la sociedad por parte del Presidente y su partido único, propio del fascismo.
No olvidemos que el chavismo científicamente no existe, no es una corriente política y mucho menos filosófica o teórica; el 85% de la población desea un liderazgo diferente a las cúpulas del pasado, de allí su manía de generar conflictos permanentes, colocando a las figuras más descalificadas ante los ojos del pueblo como sus contendores. Por esta razón, los sectores verdaderamente revolucionarios, nacionalistas, progresistas y democráticos (civiles, militares y religiosos), estamos llamados organizar a la población sin el distingo perverso de "chavistas y oposición". El debate sobre la reforma constitucional es un escenario de lucha importante para ubicar la esencia neoliberal, fascista, autoritaria y militarista del Presidente.
El incremento de la corrupción, la inseguridad, el desempleo, el costo de la vida, la escasez de alimentos y la falta de viviendas, contrastan con el incremento de la deuda externa en 47 millardos de dólares, mientras que Chávez ha derrochado el ingreso petrolero más grande de nuestra historia; a la vez de condenar al país, igual que las cúpulas del pasado, a tener una economía monoproductora (petróleo y gas), con el agravante que le dio carácter de socios a las transaccionales (muchas de ellas norteamericanas) en el negocio petrolero y gasífero, a través de las empresas mixtas. Reforzando nuestra dependencia económica, ya que seguimos siendo un simple productor de materias primas y energéticas, siendo que hemos tenido la posibilidad en estos 8 años de convertirnos en una nación con un gran desarrollo industrial, agropecuario y turístico.
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