Por: Luis M. Galviz (*)
Que dolor causa, ver a un niño deambulando por las calles, con su ropita sucia y en franco desaseo; lo he visto y como venezolano he sentido una enorme vergüenza. Nos hemos acostumbrado y hasta toleramos, que los hombres y mujeres del futuro, hoy desprotegidos, caminen, duerman y mueran en las calles de Caracas y de otras ciudades de la República que el Niño Simoncito ayudó a independizar.
Este problema social, no es fácil de resolver, inciden innumerables factores, que lo profundizan cada vez más. A saber la pobreza, el analfabetismo, la crisis por la que a traviesa la célula fundamental de la sociedad, que es la familia, y sobre todo la paternidad y maternidad irresponsable. Es difícil concebir que un padre o una madre permitan que sus hijos e hijas, sean echados a la calle, a mendigar su alimento y a dormir en cartones o periódicos, en basureros, túneles, alcantarillas o en algún pasillo de un edificio público o privado, por su supuesto en total intemperie y a merced de los peligros ciertos que la calle representa. Pero, la verdad, es que cada día que pasa, se observan más niñas, niños y adolescentes, haciendo de las calles sus hogares y del hambre constante su compañía.
¿Acaso? No hemos visto, cuando en un restaurante, de estos que son de ambiente abierto, se aproxima una niña o niño, a pedir unas monedas, en una mesa de comensales, y es rechazado, vituperado y golpeado moralmente, por su condición de pordiosero y por su lamentable estado de ser un niño o niña de la calle. Reflexionemos, las niñas, niños y adolescentes, que hoy tienen la calle como madre y el rechazo como padre, mañana, nos reclamarán a todos, que los vimos hambrientos y no lo alimentamos; los vimos desnudos y no los vestimos; los vimos sedientos y les negamos el agua, los vimos sin hogar y les cerramos las puertas; y los vimos enfermos y los dejamos morir.
Una prioridad, del Gobierno Bolivariano, debería ser atender la grave situación que presentan las niñas, niños y adolescentes, que se encuentran en las calles desamparados, hambrientos y sin hogar; por cierto que no es un deber sólo del Gobierno, sino de todos los venezolanos, que vivimos en esta rica y próspera República. Desde el punto gubernamental, se han ensayado varios programas destinados a paliar el problema de la infancia abandonada, ejecutados en su momento por el Consejo Venezolano del Niño, el Instituto Nacional del Menor, y más recientemente por el Consejo Nacional de Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y por la Fundación del Niño. Pero la realidad social, ha demostrado, que esos programas, han sido insuficientes e ineficaces, en el abordaje del problema social de las niñas, niños y adolescentes en y de las calles de la República Bolivariana de Venezuela.
Un ejemplo, de ineficacia en la solución del problema de las niñas, niños y adolescentes en y de las calles, podría ser, el siguiente: En uno de lo recovecos del majestuoso Palacio de Justicia de la Ciudad de Caracas, he observado, a un niño, que llamaré Pedrito, que se ubica, casi siempre, en una de las escaleras sucias, que dan a la Estatua del Libertador, cuya mirada silente abarca la Avenida que lleva el nombre del Padre de la Patria.
Pedrito debe tener no más de diez (10) años, es de tez morena, su rostro refleja una ternura, propia de la inocencia infantil, y se nota que el hambre y el desafecto, han hecho en él una profunda mella, en su dignidad de Ser Humano y de Persona. Hace poco, pasé a su lado y me pidió algo para comer, le obsequié varias monedas, y sorprendentemente, me lo agradeció, regalándome una bella sonrisa, que en su carita sucia, brilló como un diamante ante el sol que bañaba su rostro de angelito.
Pedrito, muy seguramente, fue engendrado por una mujer, y un hombre, necesariamente, tuvo que contribuir en su concepción; pero, dónde están su madre y su padre, y a falta de éstos sus tíos, abuelos u otros familiares. Mientras, no se investigue su situación sociofamiliar, no lo sabremos, no obstante, él tiene derecho a ser protegido por el Estado Venezolano, y moralmente por toda la Sociedad en su conjunto, pero cuán difícil es que un niño, como Pedrito, ingrese al Sistema de Protección de las Niñas, Niños y Adolescentes, previsto en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (LOPNA). Porque, sí fuese sencillo su ingreso, no deberían existir en la República Bolivariana de Venezuela, niñas, niños y adolescentes en y de las calles.
Una vez más, en el caso de la LOPNA, la ley se convierte en letra muerta, pues, aunque contiene un catalogo de derechos a favor de las, niñas niños y adolescentes, esos derechos no llegan hasta los niños, que como Pedrito, sobreviven en las calles. Los seres humanos, nos jactamos de ostentar el rango de Animales Superiores, pero insólitamente, muchos padres y madres, desalmados y contranatura, no les importa que sus hijos e hijas, deambulen hambrientos en las calles, y menos les importa que vivan o mueran. El ser humano, es el único animal, que conforme al libre albedrío, decide no proteger a sus hijos o hijas, no existe, otra situación parecida en todo el Reino Animal.
El problema social de las niñas, niños y adolescentes en y de las calles de la República Bolivariana de Venezuela, debe ser abordado, en primer lugar desde un punto de vista estrictamente humano, es decir, se trata de proteger a la sobrevivencia del género humano, o por lo menos a un sector, altamente vulnerable y vulnerado.
Equipos Técnicos Multidisciplinarios del Consejo Nacional de Derechos del Niño y del Adolescentes y de la Fundación de Niño, deben diseñar Programas de Atención dirigidos a las niñas, niños y adolescentes en y de las calles, y por supuesto solicitar el apoyo de la Sociedad Civil Organizada y de las Familias Organizadas, para su ejecución prioritaria en el corto plazo.
Hay que proponerle a el Asamblea Nacional, que legisle, en el caso especifico de las niñas, niños y adolescentes en y de las calles, no para reprimirlos, rechazarlos o vulnerarlos aún más, sino con miras a su protección integral y a su rescate definitivo de las calles.
Deben retomarse las Escuelas para Padres, en el sentido, que se brinde información a las madres y padres, acerca de sus deberes para con sus hijos e hijas, a los fines de su protección integral y para evitar el maltrato infantil.
De igual manera, así como el Gobierno Bolivariano, adelanta la Misión Negra Hipólita, en la re-socialización de personas adultas en situación de indigencia, debe profundizarse la Misión Simocinto; pues, la niña, niño y adolescente en y de las calles de hoy, mañana será el indigente, recogelatas, mendigo, pordiosero, enfermo mental, drogadicto, delincuente, que requerirá de un proceso de resocialización, que lo devuelva a la Sociedad, como un ciudadano ejemplar y digno.
Elevemos la consigna: “NO MÁS NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES EN Y DE LAS CALLES”, y demos a esos pequeñitos un trato digno a su condición de Persona Humana, instemos al Estado Venezolano, a que cumpla con su deber de protegerlos integralmente, y contribuyamos bien con un poquito de nuestros ingresos o con un trabajo social voluntario, al rescate y protección de las niñas y los niños, que hoy, sobreviven en las calles esperando la ayuda del Gobierno Bolivariano y de toda la Sociedad Venezolana.
(*) Abogado, Trabajador Social
y Presidente del SUONTRAJ