La VII Cumbre de las
Américas celebrada en Panamá fue vital para nuestra región. Los grandes
temas se discutieron, los presidentes de los 35 Estados se encontraron,
entre ellos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba,
Raúl Castro, actores principales en la escena final del último conflicto
que dejó la Guerra Fría en este continente.
Como en todo encuentro multilateral, esta cumbre deja ganadores y perdedores que quedaron evidenciados en Panamá.
Entre los primeros se encuentra Estados Unidos
y un presidente líder que logra integrarse a la región después de un
largo abandono. Los estadounidenses regresan a América Latina a través
de un discurso carente de vocación imperialista, posan como un país más
de la región y generan la sensación de un presidente lejos de la imagen
del cowboy norteamericano, a la usanza Reagan o Bush, para escuchar
calificaciones jamás imaginadas en la región: el presidente de la nación
cubana calificando de “buen hombre” a un presidente estadounidense.
De hecho, el presidente Obama indicó de forma inédita: “Los
días en que nuestra agenda en este hemisferio a menudo suponía que
Estados Unidos podía interferir con impunidad están en el pasado”.
Menuda frase. Sin embargo, Estados Unidos, lejos de mostrar debilidad,
recupera una influencia perdida con China y Rusia durante los últimos
años.
Su regreso no se hace con debilidad. El mismo
presidente Obama se arroga la capacidad de hablar sobre el régimen de
Maduro en Venezuela por su constante violación de los derechos humanos, a
pesar que en los discursos Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia,
Nicaragua y Cuba se criticó la injerencia.
Obama contestó las críticas, en una entrevista
publicada el viernes en EL TIEMPO, y en un tête á tête con Rafael
Correa, indicando que, como cualquier otro miembro de la región, exigirá
que Venezuela respete la democracia y los derechos de sus
conciudadanos.
En segundo término, su posición se fortalece
al haber enviado hace algunas semanas a un representante, Bernard
Aronson, para acompañar el proceso de paz en Colombia. Sobre ese aspecto
versó su encuentro con el presidente Santos en Panamá. Sin duda,
Estados Unidos ejerce ahora un rol de buen vecino, casi de hermano en la
región.
El segundo ganador de la Cumbre es
Cuba, que participa en un encuentro de esta naturaleza luego de no ser
parte de las discusiones oficiales en América Latina desde 1962.
Lo interesante es que su rol es esencial no solo en la terminación de
la Guerra Fría en la región, sino en su función de sede del proceso de
paz entre las Farc y el Gobierno.
Colombia también sale ganando en esta cumbre
por el apoyo de la región y de la ONU al proceso de paz que se adelanta
en La Habana (Cuba), al tiempo que Santos pone a andar la idea de un
sistema interamericano de educación. Una excelente iniciativa que
enfrentará una región diversificada en la cual la educación no es la
prioridad. Ojalá se concrete.
Los últimos ganadores son México y Uruguay. En
el caso del primero, su presidente, Enrique Peña Nieto, se ofreció para
ser el puente mediador entre Cuba y Estados Unidos. Su nueva apuesta
internacional pretende ocultar sus lastres internos relativos a las
consecuencias de la desaparición de los estudiantes de la normal de
Ayotzinapa (Guerrero), la violencia en algunos Estados de la federación
(Guerrero, Jalisco, Michoacán, entre otros) y el enfrentamiento que
tiene con el relator de la ONU para la tortura, Juan Méndez, quien
indicó que en ese país existe “una práctica generalizada de esta conducta”, evento que con razón generó una ardua discusión entre este Estado y la organización internacional.
En el caso de Uruguay, el presidente Tabaré
Vázquez propuso a su país como sede de los diálogos entre el Ejercito de
liberación Nacional (Eln) y el Gobierno colombiano para que se termine
de forma integral el conflicto armado. Vásquez no quiere desvanecerse
luego del protagonismo que tuvo ese pequeño país a la cabeza del
expresidente José 'Pepe' Mujica.
Pero la Cumbre no solo deja ganadores. Los perdedores se evidenciaron.
El primero de ellos es Venezuela y el régimen de Nicolás Maduro que,
junto al trasnochado discurso de Evo Morales-Bolivia-, Cristina
Fernández-Argentina- y Daniel Ortega- Nicaragua-, se van quedando solos
frente a una América Latina pujante.
La crisis de Venezuela es lamentable. A Maduro
le quedó grande el país. No hay mayor mezquindad que la de pulverizar a
su pueblo. El drama ha llegado a tal nivel que, a pesar de las críticas
a las medidas norteamericanas realizadas en el plenario de la Cumbre
por algunos presidentes, un total de 25 ex presidentes de América Latina
y España le han solicitado la liberación de los opositores políticos.
Otro perdedor es Brasil que tuvo que cambiar
de bando y solicitar a Venezuela la liberación de los opositores
políticos. Dilma Rousseff empieza a perder la capacidad de desmarcarse
de las posturas de los norteamericanos toda vez que el gigante del sur
vive una importante crisis política, económica y social.
Los escándalos del Mensalão (reparto de coimas
entre políticos del Partido de los Trabajadores), de Petrobras
(corrupción en la petrolera con sus contratistas y el partido de
gobierno) y la crisis económica han producido un creciente desespero de
la población que siente que la fiesta de recursos se está acabando. Brasil
sufre hoy una inflación del 7,7 por ciento, un desempleo del 6 por
ciento y, según el último informe de la Cepal, tendrá un crecimiento
negativo del 0,9 por ciento para este año,
Recordemos que Brasil tiene una pesadilla
recurrente en su historia que se llama hiperinflación e
irresponsabilidad macroeconómica.
Los dos últimos perdedores en la cumbre son
Argentina y Chile, que quedaron desdibujados. El primer país afronta una
crisis política derivada del enfrentamiento entre la rama judicial y el
ejecutivo liderado por la presidenta Cristina Fernández. La cercanía de
la elección presidencial, su conflicto con los acreedores
internacionales, la magnitud de la crisis económica y la enigmática
muerte del fiscal Nisman no le permite a ese país tener un discurso
latinoamericano de relevancia en Panamá.
Chile, por su parte, carga un escándalo
político mayúsculo a cargo de los negocios de la nuera de la presidenta
Michelle Bachelet. En esa grave situación interna le queda poco que
proponer y decir al país austral.
La VII Cumbre de las Américas pasará a la historia de nuestra región porque América Latina empieza a recuperar su propia voz. El
encuentro entre Castro y Obama y el comienzo del fin de la Guerra Fría
plantea una manera de repensar la histórica doctrina Monroe del siglo
XIX que planteó que América sería para los americanos, afianzándose el control de la región por parte de Estados Unidos.
El fin de la Guerra Fría nos ubica en el
escenario de integración regional que se fomentó durante las
conferencias panamericanas de los siglos XIX y XX, en las cuales algunos
internacionalistas, como el colombiano Jesús María Yepes, el chileno
Alejandro Álvarez o los brasileros Joaquim Nabuco y Rui Barbosa,
buscaron construir un derecho internacional americano. Ideas como el
principio de no intervención y el asilo terminaron siendo parte de los
aportes al derecho internacional público.
La equidad, el desarrollo regional, la
educación de calidad, la democracia y los derechos humanos tendrán que
ser los presupuestos esenciales para que América Latina pueda jugar en
el escenario global.
Los desafíos que tendrá la región estarán enfocados en construir modelos de desarrollo propios que respeten nuestra diversidad,
que piensen sus entornos sin depender de recursos naturales no
renovables y de mejorar los estándares de civilidad, educación y de
respeto de los derechos humanos. En ese escenario, Estados Unidos podrá
ser un socio político y económico ideal y Cuba podrá despertar de un
largo sueño.
FRANCISCO BARBOSA
Ph. D en Derecho Público de la Universidad de Nantes (Francia) y profesor de la Universidad Externado de Colombia.
@frbarbosa74
margencultural.blogspot.com
Ph. D en Derecho Público de la Universidad de Nantes (Francia) y profesor de la Universidad Externado de Colombia.
@frbarbosa74
margencultural.blogspot.com