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04 julio 2012

VENEZUELA: REPORTAJE: “Mijo te habla el pram de la cárcel, pa’ que colaboréis”

  • miércoles 04 de julio de 2012 03:00 PM
    Redacción PANORAMA / Maracaibo

Una llamada de cinco minutos a su celular bastó para que a Fernando lo invadiera el terror. Aunque decidió colgar, fue demasiado tarde. Ya estaba advertido: “Mijo mirá, aquí habla el pram de la cárcel de Sabaneta mijo, te estamos llamando pa’ que nos hagáis una colaboración (...) siempre y cuando colaboréis, no enviamos a los muchachos de aquí pa’ que vayan hacerle daño a tu familia”.

En ese instante, el pánico asaltó al trabajador. Su vida y la de sus seres queridos corrían peligro. Un grupo de reclusos de la Cárcel Nacional de Maracaibo, situada en el sector Sabaneta, consiguió su teléfono personal y lo llamó para exigirle 40 mil bolívares fuertes, a cambio de “seguridad y respaldo”.


FOTOS: PANORAMA

Tras cortar la incómoda comunicación el hombre pensó que algún conocido le jugó una broma pesada y decidió no contestar más su teléfono. Pero el registro de 16 llamadas pérdidas y cuatro mensajes de textos —todos del mismo número de la llamada inicial— le hicieron dudar y buscó orientación en un amigo militar .

“Atendeme el teléfono, mirá que es por tu bien. Hacéme caso a lo que te digo, no te volváis loco”, se leía, con tono amenazante, en uno de los mensajes.

Fernando, de 48 años, padre de cuatro hijos y empleado de una compañía, acudió a un amigo militar y le explicó lo sucedido. Le dio el número telefónico de donde lo habían contactado y al abrir la celda de ubicación del celular, el funcionario se lo ratificó: “Hermano, la llamada salió de Sabaneta, lo están extorsionando”. “Vaya y denuncie”, le aconsejó.

El hombre se reunió con su esposa y sus hijos en su casa, ubicada en San Francisco, para informales lo ocurrido. La angustia y las lágrimas embargaron a todos, estaban devastados, temían por sus vidas. Esa noche no salieron.

Luego de un mal dormir, al día siguiente, casi al mediodía, Fernando volvió a recibir la llamada de los extorsionadores. Tras pensarlo dos veces, decidió contestar. Se hizo el desentendido, como si fuera la primera vez que lo llamaban:

—¿Aló? (víctima)
—Verga mijo mirá, aquí habla el pram de aquí de la cárcel mijo. (recluso)

—¿Quién?
— El pram de aquí de la cárcel mijo.

— ¿Qué quiere hermano, qué quiere?
— Mijo, nosotros te estamos llamando pa’ que nos hagáis una colaboración. Nos hemos comunicao con vos pero nos apagáis el teléfono, nos desviáis la llamada...

— Hermano, ¿ me está mamando gallo?
— Mijo mirá, no vais a creer que te estoy vacilando, que yo soy un carajito, no. Aquí te está hablando una persona seria, el principal de aquí de la cárcel de Sabaneta. Te estamos llamando pa’ que nos hagáis una colaboración y tengáis el respaldo de nosotros, me entendéis?.

— ¿Cómo así, respaldo? ¿qué es eso?
— Respaldo, o sea te vamos a cuidar a vos, a tu familia. ¿Me entendéis?.

— No te entiendo, ¿qué es eso?
— Te estoy llamando por las buenas pa’ que nos hagáis una colaboración. Nosotros te regalamos unos sellos, pa’ que se lo pongáis a la camioneta, pa’ que cuando vean el sello, ya saben qué clase de vacuna es y no se van a meter con vos.

— Ah, pero eso qué es, ¿una vacuna?
— Ajá.

—Mirá ¿y cuánto cuesta eso?
—Papi mirá, nosotros te estamos pidiendo 40 mil bolívares fuertes, me entendéis?.

— ¡Cuarenta mil, mi madre santa!, ¡yo no tengo ese dinero!
— Mira mijo, vos sabéis que nosotros hablando podemos llegar a un acuerdo. Podemos solucionar el problema, viejo.

—Bueno decime vos... vos sois el experto, ¿qué voy a saber yo de esto?
—Te estaba llamando desde hace rato, desde ayer te he marcao todo el día. Anoche estaban los muchachos por allá por tu casa y te vieron salir como a las 9:30 de la noche. Les dije: ‘Ey no, déjenlo quieto, que hasta que no hable con él no voy a actuar todavía’. Y bueno hasta ahora que estamos hablando, pa’ ponernos de acuerdo.

— ¿Pero actuar cómo, actuar cómo?
—O sea, porque siempre y cuando vos nos colaboréis, nosotros no enviamos a los muchachos de aquí para que le vayan a hacer un daño a tu familia.

—¡Coño mijo!, ¿ pero por qué te vais a meter con mi familia?
—Yo no estoy diciendo que me voy a meter con ellos todavía, ¿me entendéis? Estamos es hablando, vamos es a dialogar a ver qué surge. Ya me recibiste la llamada, bueno ajá, ya estamos hablando.
—Dejame hablar con mi esposa y con mis hijos, para ver a qué acuerdo llegamos.

—Dale pues mijo, pero mirá lo que yo te quiero decir: ‘Me atendéis la llamada.
—Bueno me llamáis, porque ando nervioso, no sé que hacer, ve que yo sufro de la tensión.

—Ya que estamos hablando, te aseguro y te prometo de que todavía nadie se va a meter con vos. Contá con la palabra mía, siempre y cuando vos nos colaboréis.
—Hermano pero ¿qué seguridad tengo yo que después que colabore, no me van a seguir molestando?.

— Bueno la palabra mía mijo, el respaldo de nosotros, de los muchachos. Aquí nadie se va a meter con vos, ¿me entendéis?. Te regalamos un par de sellos pa’ que se lo coloquéis a la camioneta.

—¿Un sello? ¿qué es eso de un sello?
—El sello es como un emblema, una vacuna. Ya los ladrones cuando vean el emblema ese ya saben que clase de vacuna es y no se van a meter con vos.
— ¡Por el amor de Dios!, dejáme hablar con mi familia, a ver qué resuelvo.
—Okey dale pues, dale pues. Entonces yo te llamo ahora más tarde a ver qué solucionáis. Pero me agarráis la llamada ¿oíste mijo? que nojoda desde ayer te estoy llamando y nada.

—¿Cómo en qué tiempo te llamo?
—Dame como dos horitas. Ve que tengo que buscar (dinero), tengo que hablar, tengo, conversar a ver cómo hacemos.

— Ah ok, dale pues, tomate tu tiempo , yo te llamo más tarde entonces. Despreocupáte que te doy mi palabra, soluciona el problema ahí, que no se van a meter con vos, siempre y cuando nos colaboréis.

Fernando tenía su teléfono en altavoz, para que su esposa y sus cuatro hijos escucharan la desagradable conversación. Pese al pánico que los agobió al oír las desafiantes palabras del recluso, el grupo familiar tomó la decisión de denunciar el caso ante la policía.

La pareja acudió a la División de Investigaciones y Estrategias Policiales (Diep) de Polisur, para contar la pesadilla que vivían y buscar ayuda. De inmediato, fueron atendidos por los funcionarios, quienes tomaron declaración de lo sucedido y prometieron hacer su mayor esfuerzo para solventar la situación.

El comisionado Luis Curiel, jefe del despacho de investigación policial en la policía sureña aseguró que “ las llamadas de extorsión hechas desde la cárcel se han convertido en el delito recurrente, que, actualmente, está por encima del robo de vehículo y el robo a mano armada.

En lo que va de 2012 en Polisur se han recibido 33 denuncias de casos de extorsión hechas desde la cárcel, de los cuales 19 fueron resueltos con la aprehensión de delincuentes y el resto de los casos se han evitado con métodos persuasivos”.

Explicó que “este es un delito que resulta lucrativo y se presta mucho a la impunidad pues nosotros arrestamos a quienes recogen el dinero y a quienes realizan los disparos a las casas, pero nunca llegamos al que planifica la extorsión, que está preso en la cárcel”.

“Hemos puesto en actas policiales el nombre de quien está en la cárcel y que dirige la operación, pero las autoridades judiciales no lo toman en cuenta, no los sancionan ni toman correctivos como trasladar al preso a otra cárcel o cambiarlo de área; y tampoco inciden en la pena que está pagando ni le abren un nuevo expediente”, precisó.

El jefe del Diep en la policía sureña recalcó que de los casos que han denunciado ante su despacho, y tras las averiguaciones de campo hechas por los funcionarios, se determinó que “un 75% de las llamadas de extorsión se hacen desde el área de máxima de seguridad de la cárcel de Sabaneta; mientras que el resto, y desde hace apenas dos meses, hemos descubierto que salen del área penal, desde que un nuevo pram asumió el control”.

Hasta ahora las averiguaciones hechas por los funcionarios de inteligencia de Polisur han permitido reconocer al menos a 11 presos de Sabaneta, quienes han participado en varios casos de extorsión a residentes de Maracaibo y San Francisco.

Entre las víctimas de extorsión no hay distingo de ningún tipo, según el registro de denunciantes de la policía sureña, van desde pequeños a grandes comerciantes, dueños de rutas de transporte privado, líneas de taxis y hasta empleados de empresas con cargos relativamente importantes. Las mujeres son más vulnerables para la extorsión, son a las que más llaman y amedrentan.

En los últimos dos años, al menos seis líneas de taxis en Maracaibo, que agrupan unos 350 trabajadores del volante, han sido víctimas de extorsión desde los patios de la cárcel de Sabaneta.

En mayo de este año el Ministerio Público ordenó el enjuiciamiento del custodio del centro penitenciario marabino, Melvin Ocando (54), quien fue detenido el 17 de enero, cuando retiraba el dinero producto de una extorsión a la directiva de una línea de taxis de la ciudad.

De acuerdo con la investigación policial, internos de Sabaneta habrían realizado llamadas telefónicas a los directivos de la línea de taxis solicitando el pago de 30 mil bolívares, pues de lo contrario atentarían contra ellos. Los representantes de los taxistas denunciaron el hecho ante el Grupo Antiextorsión y Secuestro (Gaes) de la GNB, y se coordinó una entrega controlada de dinero.

Una vez fijado el día y la hora de la entrega, el custodio acudió a una panadería cercana a la cárcel y retiró el dinero producto de la extorsión. Allí fue aprehendido en flagrancia.

En el 2011 se escenificaron varias protestas en Maracaibo por casos de extorsión a taxistas, también procedentes desde la cárcel. El 20 de mayo, conductores de Taxis Gallo Verde cerraron la vía, en El Varillal, después que tirotearan su central por negarse a pagar una vacuna de 40 mil bolívares, exigida desde Sabaneta.

En julio de 2011, los conductores de las líneas de taxi Altamira-Sur y Río Piedra, en Pomona, cerraron con sus carros la circunvalación 1, durante tres horas, para llamar la atención de las autoridades, pues eran extorsionados por internos de Sabaneta que les exigían 20 y 15 mil bolívares, respectivamente.

“Quien paga una vez, seguramente en uno o dos meses pagará de nuevo. Volverán a llamarlo para pedirle dinero, dos mil o tres mil bolívares con la excusa de que uno de sus cómplices cayó preso y tienen que pagarle a un abogado.

Deben estar alertas a los números desconocidos, es recomendable que no contesten llamadas si no tienen registrado a quien llama. Nosotros tenemos un registro de 79 números telefónicos utilizados por reclusos para extorsionar”, agregó el jefe del Diep de Polisur, Curiel.

A la par que Fernando acudía junto con su esposa a denunciar en Polisur, otra familia, esta vez radicada en Maracaibo, muy cerca del antiguo monumento al carro chocado, también se convertía en víctima de extorsión desde la cárcel. Recibió al menos 20 llamadas en dos días, en las que le exigían dinero bajo la misma amenaza y con similar lenguaje con el que intimidaron a su anterior víctima.

En este caso, un joven, de 26 años, fue la víctima. Al contrario de Fernando, él no denunció, pues con la ayuda de su primo intentó negociar con los extorsionadores, que lo citaron en el área máxima de Sabaneta, para realizar el pago. Le pedían 30 mil bolívares, por dejarlo “trabajar tranquilo y seguro” en su local de ventas de accesorios para computadoras.

—Hermano, solo pude conseguir mil bolívares más en efectivo, pa’ reunir tres, usted me dice dónde lo llevo. (víctima).
—Vais a llegar por la parte de atrás de la cárcel, subís por La Matancera derecho, te encontráis a la cárcel de tapón, cruzáis a la derecha y seguís la ruta de la cárcel, hasta que vengáis pa’ acá pal otro lao (...) eso es por la parte de atrás, por máxima.
— Otra cosa que me preocupa a mí es que en dónde te voy a entregar esa plata, a mi me da miedo agarrar pa’ esa cárcel.
—Tranquilo que vos no vais a pasar pa’ dentro compadre, a esta hora (1:00 pm) la puerta está abierta y vos sabéis que eso es la pared y una cerca de ciclón, vos llegáis por el ciclón y te orilláis en el carro y por la cerca pasáis la plata.
— Hermano ¿y la Guardia?, la Guardia está ahí con esos fusiles, con armas ahí.
—No no no, no te preocupéis compadre, que vos sabéis como es esto. Aquí mandamos somos nosotros.
— ¿Pero seguro que si te pago, no me pasará nada después?
— Uno llama por las buenas primero, eso no es como dice la gente por ahí, de que le caemos a tiros y que andamos matando a todo el mundo. Uno hace primero el llamado por las buenas, si la gente no quiere acudir al llamado por las buenas, uno tiene que acudir por las malas.

— ¿Me garantizáis que no me va a pasar nada después que te pague mi hermano?, ¡te lo estoy diciendo hasta temblando!
—Compadre yo soy una persona seria, nosotros lo que estamos es buscando aquí en Maracaibo es vacunar a todo el mundo pa’ que puedan vivir tranquilo, normal. Se relacionen con la gente, siempre tenéis que tener un contacto que vos sabéis.

Mientras “cuadraba” por teléfono el encuentro del pago, en unas 15 llamadas hechas en 25 minutos, la víctima de la extorsión fue hasta el área máxima de la cárcel y desde la calle, a través del ciclón, observó al interno con quien negociaba.

Era un hombre robusto, con chemise de rayas, bermudas oscuras y gomas blancas. En sus manos, como si se tratara de un radio transmisor, portaba un teléfono celular económico con el que se comunicaba con el comerciante. A sus espaldas, en medio de aquella puerta abierta de par en par que da acceso a los patios de la “máxima”, permanecían otros tres reos que servían de escoltas.

Uno de los cabecillas del área de máxima vigilaba el proceso de pago, a poco distancia de sus “soldados”, oculto entre un grupo de mujeres que pretendía ingresar a la visita. Su edad no supera los 27 años, es corpulento, atlético. Innumerables tatuajes marcan su cuerpo, entre ellos, el de una hoja de marihuana en su tobillo izquierdo.

Estaba sin franela, con lentes oscuros de pasta blanca , short negro y con calzado deportivo de marca. En su cinto, a la vista de todos e incluso del propio efectivo castrense que revisaba a la visita, llevaba una pistola calibre 9 milímetros, de color negra, y con un cargador tipo “cocosette” con capacidad para 32 balas.

El miedo no se hizo esperar en la víctima y al observar a la cantidad de reclusos a la espera del “botín” y la facilidad con la que uno de ellos, el pram, exhibía su arma públicamente, decidió marcharse del lugar sin realizar el pago. El reo de la chemise de rayas lo llamó en el acto, para increparle el por qué no le hizo el pago, pero decidió apagar su teléfono para siempre y se desentendió de las amenazas.

Humberto Prado, director del Observatorio Venezolano de Prisiones, precisó que “el Estado es quien tiene la responsabilidad de los servicios carcelarios, en ninguna cárcel del mundo, las presos tienen que usar teléfonos celulares y menos a su libre albedrío. Y menos cuando tiene que pagar, por la corrupción que hay dentro de las cárceles de Venezuela, para que introduzcan un teléfono celular”.

“Una persona privada de libertad tiene derecho a comunicarse externamente con sus seres queridos, pero se debe adoptar lo que tienen algunos países de Europa y Canadá, que en cada área existan al menos cinco teléfonos locales, pero cada persona que quiera tener acceso para llamar a su abogado, a familia, a su esposa o a sus hijos, debe firmar una autorización para que puedan grabarlo”.

Para Carlos Nieto Palma, director de una Ventana para la Libertad, la extorsión desde las cárceles “es un problema que ya data desde hace 8 y 10 años, recuerdo que la primera persona que me tocó el tema como un punto grave en una reunión de trabajo fue el ya fallecido comisario Fermín Mármol León, quien me dijo que se estaba viendo que las extorsiones surgía desde las cárceles y entre las cosas que pedían eran muchas tarjetas telefónicas en aquel momento”.

Entre las posibles soluciones que existen para evitar está modalidad, según expresó Nieto Palma, está la colocación de un aparato bloqueador de llamadas telefónicas de celulares y la señal de internet dentro de las cárceles.

“Tengo entendido que no es muy costoso. Las bandas se han organizado desde dentro de las cárceles, ellos (los reclusos) tienen a su gente afuera quienes son los que cobran, los que ubican a la gente y las amenazan. Estos reclusos que están allí todo el día, sin hacer nada, buscando posibles víctimas en páginas de internet, por allí empiezan a llamar a la gente para extorsionarlos”.

A diario, al menos 10 habitantes de Maracaibo y San Francisco, según registros policiales, reciben llamadas extorsivas desde Sabaneta. Menos de la mitad denuncia y “colabora” con la delincuencia.