Este artículo que colgamos a continuación se lo leyó un Juez de Primera Instancia al Presidente Seccional merideño.
El Juez, con la lectura del mismo trataba de desprestigiar a un Directivo Seccional, por una denuncia que el mismo hizo en funciones de su investidura sindical, defendiendo a un funcionario de su confianza. Lo que no sabe y creemos que nunca sabrá el Juez, por esa ceguera que la vida proporciona a algunas personas estrechas de mente, es que el artículo de Fernando Chumaceiro (ex-alcalde de Maracaibo) se aplica precisamente al funcionario que protege y defiende con tanta vehemencia; y que pensamos que existen otras razones por la defensa automática de su funcionario de confianza.
Fernando ChumaceiroEl Juez, con la lectura del mismo trataba de desprestigiar a un Directivo Seccional, por una denuncia que el mismo hizo en funciones de su investidura sindical, defendiendo a un funcionario de su confianza. Lo que no sabe y creemos que nunca sabrá el Juez, por esa ceguera que la vida proporciona a algunas personas estrechas de mente, es que el artículo de Fernando Chumaceiro (ex-alcalde de Maracaibo) se aplica precisamente al funcionario que protege y defiende con tanta vehemencia; y que pensamos que existen otras razones por la defensa automática de su funcionario de confianza.
Presencié pronto ante mí como si emergiera de las profundidades de la tierra. Era un anciano alto y recio, a pesar de sus años. Una barba larga, y blanca le daba un aspecto venerable. Puso su mano surcada de arrugas sobre mí hombro, con afecto y me dijo, como si continuara una conversación alguna vez interrumpida: "Ese don maravilloso que es la vida nos coloca algunas veces ante personajes que hubiéramos deseado no conocer, pero que en todo caso y sin proponérselo ellos, contribuyen a enriquecer nuestras experiencias y a resaltar, por contraste, las virtudes de aquellos otros que tienen frente a la vida actitudes radicalmente diferentes. Aún cuando sus perfiles psicológicos son en sí mismo aborrecibles, es necesario agradecerles sus intenciones dañinas, pues contribuyen a purificar el espíritu de aquellos a quienes tratan de agredir con sus actitudes hipócritas.
"Han existido en todas las épocas y continuarán presentes en los tiempos por venir, pues así como existe el día y la noche, la tierra y el mar, ellos son en la especie humana un contraste colocado frente a virtudes como la bondad, la sinceridad y la rectitud de pensamiento.
"Estos eunucos de la caridad, proscritos de la inteligencia, gusanos estercoleros de la infamia, en ocasiones, pero sólo en ocasiones, alcanzan, arrastrándose sobre sus vientres, posiciones de importancia. No llegan allí por virtudes propias, pero sí por los favores que han hecho o prometido hacer a otros. Son de baja estatura espiritual, por eso cualquier persona de ordinarias virtudes los ensombrece. Contra éstos arremeten con el ímpetu que les da la envidia, que es el emblema de todas sus causas. Imposibilitados de elevarse por encima de sus pequeñeces, tratan a toda costa de arrasar con todos los que los sobrepasen y como además de pequeños se arrastran, difícil es conseguir a alguien que no esté por encima de ellos,
"Traen una trayectoria vital zigzagueante. Han descubierto la ubicuidad conceptual. En el mar de la ambigüedad nadan como peces. Ahora son, ahora no son. Antes dijeron, ahora niegan. Ayer fueron, hoy no. Mañana quizás volverán a ser. Dicen amar a Dios, pero sirven al diablo. Cuando para tareas innobles hacen falta ejecutores, ellos son siempre voluntarios porque es la manera de hacerse perdonar viejas ofensas infligidas a quienes hoy son sus amos. Son dóciles con los superiores y crueles con los subordinados. Tienen gran capacidad de adaptación; no razonan, no arguyen, sólo ejecutan aquello que place a sus dueños o que ellos piensan que pueda complacerlos.
"La vida los crea de la misma manera que proporciona las moscas y las cucarachas. Nadie sabe para qué sirven, pero por alguna misteriosa razón existen desde tiempos inmemoriales. Son depredadores de la fama ajena, porque carecen de la propia. Incapaces de construir, destruyen. Nunca dan la cara. Atacan en la sombra y por la espalda. Rehuyen el combate porque sólo conocen la emboscada. Aceptan las situaciones con las cuales no están conformes, porque les falta coraje para disentir. Son capaces de defender, con fingida pasión, las cosas con las cuales no están de acuerdo. Algún día se volverán contra sus amos porque están predestinados a la traición".
El anciano detuvo su monólogo. Me miró fijamente como escudriñando mis pensamientos. Yo permanecía sumido en la tristeza que sus palabras inspiraban, pues suponía que el anciano debía haber sufrido graves decepciones en la vida.
Luego de unos minutos, continuó: “Si algún día encuentras este tipo de seres, no te detengas ante ellos ni por ellos. Continúa tu camino y no permitas que sangren las heridas que te causen. Procura tener comprensión para sus bajezas, que les son inevitables, puesto que viven en ellas y para ellas. Un anciano como yo, de pobladas barbas, poeta itinerante de los caminos de su patria, que cantó al pueblo y a las cosas sencillas de sus gentes, Whitman se llamaba, dijo alguna vez que el que camina sin comprensión avanza hacia su funeral envuelto en su propio sudario. Si la vida te pone ante estos seres no sientas odio ni tristeza ni tampoco desprecio. No debes retribuirles con tu indiferencia. Ten solamente comprensión. No se odia al insecto por su picada ni al perro por su ladrido. Nadie que se sienta digno de ser hombre debe buscar venganzas. Sigue tranquilamente tu camino sin apartarte de tus sueños. Deja a tus espaldas y en el olvido todo cuanto trate de separarte del cumplimiento de tu deber".
Dicho esto, se alejó lentamente desapareciendo en la penumbra de la tarde, en esos instantes que preceden a la noche. Aquí dejo consignadas sus palabras que no comprometen perdones ni solicitan arrepentimientos.
"Han existido en todas las épocas y continuarán presentes en los tiempos por venir, pues así como existe el día y la noche, la tierra y el mar, ellos son en la especie humana un contraste colocado frente a virtudes como la bondad, la sinceridad y la rectitud de pensamiento.
"Estos eunucos de la caridad, proscritos de la inteligencia, gusanos estercoleros de la infamia, en ocasiones, pero sólo en ocasiones, alcanzan, arrastrándose sobre sus vientres, posiciones de importancia. No llegan allí por virtudes propias, pero sí por los favores que han hecho o prometido hacer a otros. Son de baja estatura espiritual, por eso cualquier persona de ordinarias virtudes los ensombrece. Contra éstos arremeten con el ímpetu que les da la envidia, que es el emblema de todas sus causas. Imposibilitados de elevarse por encima de sus pequeñeces, tratan a toda costa de arrasar con todos los que los sobrepasen y como además de pequeños se arrastran, difícil es conseguir a alguien que no esté por encima de ellos,
"Traen una trayectoria vital zigzagueante. Han descubierto la ubicuidad conceptual. En el mar de la ambigüedad nadan como peces. Ahora son, ahora no son. Antes dijeron, ahora niegan. Ayer fueron, hoy no. Mañana quizás volverán a ser. Dicen amar a Dios, pero sirven al diablo. Cuando para tareas innobles hacen falta ejecutores, ellos son siempre voluntarios porque es la manera de hacerse perdonar viejas ofensas infligidas a quienes hoy son sus amos. Son dóciles con los superiores y crueles con los subordinados. Tienen gran capacidad de adaptación; no razonan, no arguyen, sólo ejecutan aquello que place a sus dueños o que ellos piensan que pueda complacerlos.
"La vida los crea de la misma manera que proporciona las moscas y las cucarachas. Nadie sabe para qué sirven, pero por alguna misteriosa razón existen desde tiempos inmemoriales. Son depredadores de la fama ajena, porque carecen de la propia. Incapaces de construir, destruyen. Nunca dan la cara. Atacan en la sombra y por la espalda. Rehuyen el combate porque sólo conocen la emboscada. Aceptan las situaciones con las cuales no están conformes, porque les falta coraje para disentir. Son capaces de defender, con fingida pasión, las cosas con las cuales no están de acuerdo. Algún día se volverán contra sus amos porque están predestinados a la traición".
El anciano detuvo su monólogo. Me miró fijamente como escudriñando mis pensamientos. Yo permanecía sumido en la tristeza que sus palabras inspiraban, pues suponía que el anciano debía haber sufrido graves decepciones en la vida.
Luego de unos minutos, continuó: “Si algún día encuentras este tipo de seres, no te detengas ante ellos ni por ellos. Continúa tu camino y no permitas que sangren las heridas que te causen. Procura tener comprensión para sus bajezas, que les son inevitables, puesto que viven en ellas y para ellas. Un anciano como yo, de pobladas barbas, poeta itinerante de los caminos de su patria, que cantó al pueblo y a las cosas sencillas de sus gentes, Whitman se llamaba, dijo alguna vez que el que camina sin comprensión avanza hacia su funeral envuelto en su propio sudario. Si la vida te pone ante estos seres no sientas odio ni tristeza ni tampoco desprecio. No debes retribuirles con tu indiferencia. Ten solamente comprensión. No se odia al insecto por su picada ni al perro por su ladrido. Nadie que se sienta digno de ser hombre debe buscar venganzas. Sigue tranquilamente tu camino sin apartarte de tus sueños. Deja a tus espaldas y en el olvido todo cuanto trate de separarte del cumplimiento de tu deber".
Dicho esto, se alejó lentamente desapareciendo en la penumbra de la tarde, en esos instantes que preceden a la noche. Aquí dejo consignadas sus palabras que no comprometen perdones ni solicitan arrepentimientos.