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26 marzo 2013

El error fatal

EDILIO PEÑA |  EL UNIVERSAL
martes 26 de marzo de 2013  12:00 AM
 
La Fuerza Armada tiene una relación de correspondencia y deber con la Constitución y el Estado; jamás  de  dependencia y sojuzgamiento  absoluto con un gobierno en particular. Aunque el gobierno sea quien, por igual, está obligado a velar por los preceptos que emanan de la Constitución, con lo cual se garantiza el Estado de Derecho y la independencia de los poderes públicos. Pero cuando el gobierno violenta lo que garantiza la Carta Magna, es obligación y deber de la Fuerza Armada pronunciarse y actuar para restituir el hilo constitucional perdido, no para hacerse del poder. Porque no es sólo una demanda que autoriza la Constitución, también con fundamento, la propia sociedad civil ahogada en el desamparo y a la deriva. Sin embargo, esa obligatoriedad de la Fuerza Armada, ha sido devaluada hasta la impotencia por los tradicionales golpes de Estado. Sobre todo, en la América Latina. La propia Organización de Estados Americanos, valora como censurable sólo la violación de la Constitución desde la Fuerza Armada, y no desde los gobiernos constituidos. Quizá porque priva una legitimidad electoral de éstos, refrendada por la democracia y los espejismos.

Así, gobiernos democráticos han corrompido el papel protagónico de la Fuerza Armada, como garantes de la Constitución. Pero sobre todo, lo han hecho con base en una sobredimensión de los privilegios castrenses. Principalmente, con los miembros del Alto Mando militar, al otorgarles grados y galones como si éstos hubiesen ganado batallas en alguna hipotética guerra. A menos que se conciba un juego de dominó o de bolas criollas, una guerra que se libra entre tragos de whisky de dieciocho años, en la cual también se corre el riesgo de caer. En vida, el presidente Chávez se autoproclamó no sólo como comandante en Jefe de la Fuerza Armada, sino general de cuatro soles. Transgrediendo así su condición y mostrando el complejo de ser sólo un teniente coronel; y en el pasado, el administrador de una cantina. Ese acto de ambición y desbordante narcisismo, parecía contener la envidia que intentaba destronar el prestigio de generales y mariscales probados en verdaderas batallas de campo, como Napoleón Bonaparte, Erwin Rommel, Gueorgui Zhúkov, Douglas MacArthur. Chávez no ganó ninguna batalla, y sin embargo, ha sido convertido en héroe nacional.

Este desatino que se apoderó de Venezuela, comenzó mucho antes de que este militar difunto, abonara el camino de la toma del poder a través de un fracasado golpe de Estado que lo catapultó después como candidato invicto en unas elecciones presidenciales. Los servicios de inteligencia de la Fuerza Armada,   tuvieron conocimiento en el pasado, que este tropero del ejército planificaba un golpe de Estado; y así, en varios periodos de gobernabilidad democrática, se lo comunicaron al presidente de turno, pero éste desestimó la alarma inexplicablemente. Lo insólito estuvo en que los servicios de inteligencia de la Fuerza Armada, no se atrevieron a neutralizar jamás la facción golpista, porque se sometieron a los intereses del gobierno  por encima de su deber a la Constitución y al propio Estado. Es anécdota sabida de cómo se prohibió la revisión de la valija de Fidel Castro en su asistencia a la coronación de Carlos Andrés Pérez, cuando ingresó por la aduana del aeropuerto Internacional Simón Bolívar,  y en las que llevaba armas de guerra que después serían utilizadas el 27 de febrero de 1989. Ese error fatal, lo lamentan tardíamente muchos generales que se oponen hoy a este gobierno fraudulento que nos agobia.

Las sucesivas e infelices declaraciones del actual Ministro de la Defensa, es la culminación del trazado histórico de la relación equívoca entre los gobiernos y la Fuerza Armada. La naciente de este fenómeno que prospera ahora con la llamada "Revolución Bolivariana", se halla en el libro El Estado y la Revolución, de Vladimir Ilich Lenin, en donde se establece que el Estado, al ser una representación de la lucha de clases, debe asaltársele para que la clase tradicionalmente sojuzgada, lo conduzca hacia el tránsito al socialismo. En esa fase, la Fuerza Armada debe estar al servicio de la "revolución". Es decir, que para los llamados revolucionarios, el Estado no fue creado para preservar la civilidad y la convivencia, sino como un medio para gobernar dictatorialmente.

Lo paradójico es que la llamada Revolución Bolivariana, no pretende destruir el Estado Petrolero como tal, sino violar la Constitución, continuamente, para usufructuarlo aún más; pero no por una clase, sino por una camarilla de mafiosos conducida desde La Habana. Así, algunos generales de la Fuerza Armada que la apoyan,  aprovechan de resguardarse de la orden de captura de organismos internacionales, por formar parte del llamado Cartel de los Soles del narcotráfico

edilio2@yahoo.com

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