Por: Vladimir Villegas
Se ha anunciado el nacimiento de una nueva confederación sindical, la Central Socialista de Trabajadores. No sé si con el surgimiento de esta nueva organización se pondrá fin a la lamentable situación del movimiento sindical venezolano, hoy divido, debilitado, disperso y en buena medida desorientado.
Esta nueva central nace de la división, porque no tiene otro nombre, de la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, en la cual convergían diversas corrientes del sindicalismo identificado con el proceso que lidera Hugo Chávez. Y ahora nace con la condición definida de Central Socialista de Trabajadores, lo cual tal vez cierre el paso a que sectores sindicales no comprometidos con el socialismo como propuesta política se incorporen, y ello se traduce claramente en la profundización de la dispersión del movimiento laboral venezolano.
Pero más allá de eso, y de que hasta ahora no se ha logrado conformar una central que realmente represente a la mayoría de los trabajadores venezolanos, y que entierre los vicios que provocaron el desmoronamiento de la CTV, preocupa que quienes hoy promueven la nueva Central Socialista de Trabajadores incurran en los mismos errores que llevaron a la prematura división de la UNT.
Uno de esos errores es el no haber construido una central independiente del poder del Estado y del gobierno. Los trabajadores tienen intereses específicos, más allá de que el gobierno proclame su carácter obrerista, laborista o socialista. Y uno de esos intereses es el derecho a organizarase sin la mediatización de los patronos, sean estos del sector público o del sector privado. La contratación colectiva es un derecho conquistado por los trabajadores luego de largos lustros de lucha. Por lo tanto ningún gobierno, revolucionario o no, puede desestimar esa realidad, ni mucho menos una organización sindical hacerse de la vista gorda frente a cualquier tentativa en esa dirección.
La pregunta entonces es si la nueva Central está dispuesta a asumir que el movimiento sindical, aunque acompañe procesos de transformación política y social, defenderá su autonomía como tal, y saldrá al paso a cualquier situación que genere confusiones. Por ejemplo, el trabajo voluntario no puede ser una vìa para violentar los derechos reconocidos en la Ley del Trabajo y en la contratación colectiva. Si se ha propone la figura del trabajo voluntario, no puede ser impuesto sin un debate. Eso no lo puede hacer el sector privado. Pero mucho menos el sector público. Y si una central sindical nace para convalidar estas cosas mejor quedarse con las que ya existen.
Si una central es creada, que sea para hacerse sentir, y para impedir que cierta mentalidad patronal enquistada en la administración pública, y revestida de lenguaje “socialista”, se salga con las suyas y desconozca los derechos de los asalariados.
fuente: tribuna popular