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20 noviembre 2016

El factor decisivo en la victoria de Trump

La no tan inesperada victoria de Trump es casi una tragedia para el mundo, sí señor, para el mundo. El hecho de que un personaje adornado por las características que exhibe y por sus no menos retrogradas concepciones políticas vaya a ejercer la Presidencia de los Estados Unidos augura tiempos peores a los existentes. Aun si no hubiese ganado, la fortaleza alcanzada por su candidatura debería llamar a la reflexión.
La audiencia y pegada de su discurso tiene variadas explicaciones, sin ser exhaustivos, glosaremos algunas: una crisis de representatividad del sistema político estadounidense, la crisis económica comenzada en el 2006 - a pesar de que EEUU la gestionó macroeconómicamente mejor que otros países, los aciertos de su gestión no se derramaron suficientemente- ciertos efectos negativos de la globalización, los residuos importantes de xenofobia y racismo todavía existentes en buena parte de la sociedad, el desgaste de la larga gestión demócrata y las indudables deficiencias, cómo candidata, de madame Clinton.  
El asunto es que en Estados Unidos es perfectamente posible que el candidato favorecido por el voto ciudadano resulte a la postre derrotado, de hecho en lo que va de siglo XXI este escenario se ha concretado dos veces. Y eso fue decisivo al final, Hillary obtuvo más votos que Trump, pero éste despachará desde la oficina oval a partir de enero.
Una pequeña y pertinente digresión, el último candidato que llegó a la Presidencia perdiendo en el voto popular antes que Trump fue el tristemente célebre George W. Busch.
La elección en segundo grado, sistema caduco, más que reminiscencia, rémora, del temprano federalismo correspondiente a los tiempos iniciáticos de la Unión en los cuales había que dar garantías a las excolonias pequeñas en su relación con las más pobladas y ricas; épocas en las cuales sólo podían votar y participar en política los propietarios, los poseedores de rentas, los hombres y los que supieran leer y escribir. Nada de mujeres, negros, aborígenes, pobres o analfabetas.
 En la integración de los miembros del Colegio Electoral por Estado - cuerpo colegiado al que corresponde elegir al Presidente - no hay ninguna modalidad de representación proporcional (salvo en pocos entidades federales) por tanto el ticket que gane así sea por un voto obtiene todos los miembros del respectivo Colegio Electoral.
Vale la pena recordar que en todos los regímenes presidencialistas en Estados federales se selecciona a quién va a ocupar la Presidencia en primer grado. Así por ejemplo ocurre por estos lares en Brasil y Argentina, países que hicieron en su momento reformas destinadas a elegir al presidente de la República en primer grado. Incluso en la Rusia de Putin opera el mismo formato.
No es mi intención restarle peso e influencia a los diversos factores que explican lo ocurrido, sino relevar uno, al final devenido en decisivo.
 Caracas, 12 de noviembre de 2016