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12 febrero 2013

Benedicto XVI, un pontífice decepcionado de su rol

    Escándalos e indiscreciones afectaron su pontificado.

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    El escándalo que rodeó al mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, marcó el último año del pontificado de Benedicto XVI EFE

    ELIANA LOZA SCHIANO |  ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

    martes 12 de febrero de 2013  12:00 AM

    Fue sorpresivo el anuncio pero no la idea. En 2010, entrevistado por Peter Seewald para el libro Luz del mundo, Benedicto XVI habló de la posibilidad de renuncia en caso de que fuese necesario y desde hace tiempo se habla en Roma del deterioro de la salud del Papa, su corazón de 86 años falla, su cuerpo es lento, su voz debilitada y su mirada no deja lugar a dudas.

    Inevitables las comparaciones de los analistas con su predecesor Juan Pablo II, que hizo de su enfermedad casi un acto de heroísmo, pero los pontífices son seres humanos con personalidades distintas, el Papa polaco amaba las multitudes y se sentía cómodo frente a ellas gracias a su enorme carisma personal, mientras que Joseph Ratzinger conmovió desde los primeros días de su papado por su extrema timidez e inseguridad para tratar con el gran público, a pesar de ser un intelectual brillante y de gran profundidad, incluso, se había referido a su nuevo cargo como una "guillotina" hablando ante un grupo de peregrinos alemanes.

    Algunos ven en el gesto papal un acto de debilidad, sin embargo, tener el valor de renunciar nada menos que al trono de San Pedro reconociendo los propios defectos y limitaciones, sean de edad, físicas o mentales, es un claro signo de rectitud y grandeza de espíritu.

    En medio de un deteriorado estado físico y anímico, no puede dejar de considerarse el ambiente hostil en el que el Papa debe operar como un factor que puede haber influido en su drástica decisión. En sus primeros discursos Ratzinger habló en forma decidida y enérgica de la "suciedad" en el interior de la Iglesia, ya habían estallado los escándalos de pedofilia, ante los cuales el Gobierno de su antecesor se limitó a cambiar de diócesis a los sacerdotes involucrados, Benedicto XVI enfrentó valientemente el problema, no lo escondió y pidió perdón a las víctimas, lo que no significó el fin de ese drama en varios países católicos. Por otra parte, seguían los numerosos complicados y "non sanctos" manejos políticos y financieros en la banca vaticana.

    La maraña dentro de la Curia Romana explotó cuando el mayordomo papal, Paolo Gabriele, sustrajo importantes documentos del escritorio papal, que luego salieron a la luz pública. El mayordomo era solo una pequeña pieza de un engranaje que demostró, entre otras cosas, las luchas de poder entre las diversas facciones dentro del Vaticano, la corrupción administrativa y demostró igualmente una realidad que cuesta creer, el Papa no posee los poderes absolutos que se suele pensar y muchas veces está impedido por presiones de las altas personalidades influyentes alrededor de él y en las esferas políticas y diplomáticas fuera de las murallas vaticanas.

    Benedicto XVI, reconocido teólogo y profesor, fue muy criticado por sus aparentes carencias en materia de manejos políticos y diplomáticos. Su secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, no es apreciado en absoluto por los sectores que tradicionalmente se han encargado de la diplomacia vaticana.

    El Papa alemán también fue muy criticado por errores, la mayoría de los cuales por falta de una adecuada información de algunos colaboradores, como en el caso de la revocación de la excomunión de los seguidores del cismático Marcel Lefebvre, algo comprensible en la intención de hacer regresar al redil los sacerdotes descarriados, pero no contó con que entre ellos estaba el padre Richard Williamson, abiertamente negacionista del holocausto, en momentos en que Ratzinger estaba plena y sinceramente dedicado a reforzar las relaciones del Vaticano con Israel.

    Obviamente, ninguna de estas críticas puede ser en absoluto motivo de una abdicación, son sólo ejemplos de cuán difícil sea gobernar una iglesia de un millardo de fieles en todo el mundo que, además, es un Estado influyente en el concierto de las naciones y la merma en la confianza de su personal.

    Después de una profunda reflexión, el Papa llegó a la conclusión de que es ya muy anciano y no está capacitado físicamente para cumplir con las tareas que le impone su cargo, con gran humildad, típica de las almas grandes, acepta su decepción, y se retira discretamente a un convento en suelo vaticano, donde se dedicará al estudio -que nunca abandonó- y la oración. Para un hombre espiritual y tradicionalista como él, debe ser la mejor manera de servir a su Iglesia... y de pasar a la historia.